miércoles, 13 de febrero de 2013

El juego y la actividad exploratoria


Los niños son ante todo seres intelectuales y durante su desarrollo pasan de una etapa a otra de acuerdo a sus intereses. Mucha de la actividad del niño que no puede ser considerada como juego, es en realidad una conducta exploratoria. A través de este mecanismo el niño aporta al interior de su mente un gran cauce de experiencias agradables, desagradables, curiosas, amenazantes, retadoras o enigmáticas. Ante ello el niño requiere saber de qué se trata, procesar la información recibida, tanto en lo emocional como en lo intelectual y en lo social. De ahí que el recurso del juego resulta tan valioso para el niño pues le permite poner de nuevo en escena aquello que ha ocurrido de una manera donde sucesos y  circunstancias se reacomodan en nuevos tiempos y espacios de acuerdo a sus necesidades y el nivel de comprensión del niño. El proceso del juego es un camino que corre en dos direcciones; 1) por un lado le permite al niño  hacer suyo todo lo visto, escuchado y sentido agrupándolo de tal manera según su conveniencia, de acuerdo con la versión y orientación que el niño quiere darle; 2)  el juego a través de las situaciones que vive el niño  le brindan la oportunidad de revisualizar aquello que recibió de primera vista, es decir volver a oír lo ya oído, encontrar sentidos y relaciones de manera armónica para entender el mundo que le rodea.

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